VARIELALIA

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Noviembre 17, 2011
Miguel CAMPOS RAMOS Ahora algo sobre seguridad vial Cierto día fui a la ciudad de Oaxaca para participar en un congreso donde daría una conferencia, y viví una curiosa experiencia. Andaba buscando la dirección del lugar al cual debía acudir, y por desconocimiento de la ciudad, aunque también por trabajos de algunas obras públicas que obligaron a cerrar algunas calles, me extravié. Así que andaba algo despistado por unas estrechas calles del centro histórico, cuando veo por el espejo retrovisor a un motociclista de tránsito. Sin duda iba tras de mí, así que me dispuse a revisar mentalmente cuánto dinero llevaba, para afrontar la “situación”. A unos metros de mí, me indicó que siguiera avanzando, desconcertándome un poco. Seguí, y en la siguiente calle me indicó que me orillara. Bajó de la moto y se acercó a mí. Abrí la ventanilla, mientras él se quitaba los guantes. –¿Qué pasó, oficial? –le pregunté. Y él repuso: –Veo que viene usted como buscando algo. Enarqué las cejas, confundido, pues no parecía ser claro. Seguía yo con la idea de que me infraccionaría, tal vez por ir circulando muy despacio, en cierto modo obstruyendo el tránsito de los otros vehículos, sobre todo por las estrechez de las calles. Acerté a decir, mientras le entregaba una tarjeta con la dirección que buscaba. La observó y se llevó las manos a la parte posterior de la cintura, pensé que para sacar su bloc de multas. Pero no. Fue para extraer una especie de documento, que empezó a desplegar. Era un croquis. Lo extendió y me mostró, mientras me decía: –Usted está aquí. Para llegar al lugar adonde va, continúe en esta calle dos cuadras, dé vuelta… La dije que me quedaba claro, y entonces se despidió y se fue. Casi exclamé incrédulo: “¡No ma…!” Pero era cierto. Otra ocasión, un taxista me confió que tanto los agentes viales como los taxistas cuidaban mucho a los visitantes, dándoles cortesía, atención e información, porque Oaxaca vive del turismo. Esta experiencia me hace preguntarme: ¿no también en Puebla se vive en gran medida del turismo y de los visitantes de paso? ¿Por qué entonces los señores agentes viales parecen estar a la caza de placas foráneas? Aunque no sólo eso: tal parece que se la pasan a la caza de microbuseros, combieros y camioneros del transporte público, así como de taxistas y uno que otro automovilista particular, atentos a cualquier punto que sea motivo de infracción. Son frecuentes las escenas donde poco a poco se acercan a los vehículos potencialmente infraccionables. Lo paradójico es que cuando el copiloto se baja para “negociar”, lo hace hasta con vergüenza. Y es que sabe que está actuando mal, que en vez de estar cumpliendo a cabalidad su función de coadyuvar a mejorar la circulación vial, y, como dije en la columna de ayer, a proteger a los ciudadanos, están cumpliendo una labor por demás denigrante. ¿Por qué? ¿Para sacar la “cuota” diaria que, se dice, les exigen sus jefes? Sólo ellos y éstos lo saben de cierto, pero no se vale. Dan pena ajena. Y enojan. [email protected] www.edicionesmagno.com twitter: @miguelcamposram blog: www.elpanoptico.bligoo.com.mx