El crecimiento económico es un concepto de largo plazo que está relacionado directamente con el desarrollo del capital humano de una sociedad. Al margen del análisis de la distribución de la riqueza y la equidad social, crecer es un requisito para generar recursos que nos permitan invertir en infraestructura que, a su vez, genere valor agregado de manera sostenida.

Ante la pandemia y el entorno internacional, el crecimiento económico se configura como uno de los más grandes retos a nivel global. Para este año es muy complicado que México crezca por encima del 1.5% derivado de la débil actividad del sector servicios y de un crecimiento estancado del sector industrial. Es decir, el mercado interno se mantiene en una zona de actividad modesta.

Ante lo anterior, y sumado a la desaceleración de las economías de Estados Unidos y de China, así como al problema de altas tasas inflacionarias y de tasas de interés, es justo que comience el planteamiento de un plan estratégico de inversión que genere valor agregado. Lo anterior debido a que el potencial de crecimiento de nuestra economía ha disminuido de 2.5% a 1.7% en los últimos años. La implicación de ello es que, aún si la economía trabajase a su máxima capacidad, sería incapaz de conseguir mayores tasas de crecimiento que el promedio de las últimas décadas.

La inversión pública y privada es fundamental para generar valor agregado a través del contenido nacional, tal como lo ha mencionado en reiteradas ocasiones el economista José Luis de la Cruz Gallegos. Sectores como el de la construcción, el sector inmobiliario, la ciencia y la tecnología deben ser impulsados de manera estructural si tenemos la aspiración de crecer de manera sostenida.

En el corto plazo, los planes contingentes para contener la inflación y evitar que el sector industrial no desacelere su incipiente paso son vitales para enfrentar el entorno global adverso e incierto.

José Ángel Alcántara Lizárraga

Profesor de Economía / Tiempo Completo

Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla

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